Hace casi tres años y medio se producia la primera de las movilizaciones llamadas por Blumberg que concentraron la mirada y el anhelo de millones de personas esperanzadas con lograr que la inseguridad y el crimen desbocados tuvieran un freno. A esta movilizaciòn se sucedieron otras con el mismo motivo y logrando iguales resultados. la mas absoluta NADA. Hoy el delito de todo tipo se enseñorea a sus anchas logrando que la gente decente se encierre detras de rejas, mientras el malandraje se torna una suerte de fuerza de ocupaciòn, pasando a ser mano de obra ocupada de los punteros de la politica y de la plaga del narcotrafico. El personaje que llamara a esas movilizaciones dilapido desde el primer momento el credito que habia logrado, transando con el gobierno y con los politicos del sistema, los principales culpables de la inseguridad. Siempre tuvo un discurso medroso y tratò de no decir directamente cual era el problema que habia detras de la inseguridad. Nunca llamo las cosas por su nombre. Siempre tuvo temor de las criticas de la prensa o de los grupos progresistas e izquierdistas, que velan por la observancia de los derechos de delincuentes y asesinos de todo pelaje. Los que consideran a los chorros victimas del sistema: Ni estos ni los partidarios de Blumberg lograron entender el problema complejo de la inseguridad y el delito. Ambos tienen una visiòn ideologista de la cuestiòn, por ello la realidad les resbala.
Publicamos a continuaciòn un articulo que saliera en el periodico Patria Argentina de abril de 2004, mas vigente hoy que nunca:
Caso Blumberg.-
El Sistema: causa de la inseguridad la delincuencia y el crimen
Por GUILLERMO ROJAS *
El estallido de la realidad
Finalmente el problema estalló en las barbas del sistema. Con reminicencias propias del 19 y 20 de diciembre del 2001, la manifestación convocada por el padre de Axel Blumberg, joven asesinado por una banda de desalmados que lo habían secuestrado días antes, se constituyó en el hecho político de los últimos tiempos volviendo a poner sobre el tapete la realidad ,esa especie de cenicienta, relegada al desván de las cosas olvidables por los medios de comunicación social y los comunicadores gubernamentales, que en un primer momento sintieron temblar sus piernas ante el murmullo de una muchedumbre pocas veces vista en los últimos tiempos y que ellos con el presidente a la cabeza no fueron capaces de movilizar enarbolando la bandera de la perversión de la memoria histórica (ESMA) o los billetes de las dádivas sociales sucedáneos de los puestos de empleo que no pueden y no son en definitiva capaces de generar.
El reclamo era clamor de cientos de miles de gargantas apiñadas en los aledaños del Congreso, el repudio a los políticos a la judicatura regiminosa y la policia venal y pervertida aun más, por la misma política que hoy destruye las entrañas de la Patria, se hacia oír a pesar de la sordera que fabricaron para taparla los diferentes medios de comunicación social con Canal 7 a la cabeza, conducido por la mujer del terrorista Miguel Bonasso, a la sazón hoy, y como no podía ser de otra forma, diputado nacional por arte de las listas sabanas y de los nombres que encabezan las boletas electorales.
Para estos personajes, solo existen las movilizaciones de la izquierda y de los núcleos residuales de la guerrilla (mal llamados Defensores de los Derechos Humanos).
Para ellos la gente no había salido a la calle a exigir uno de los derechos fundamentales: que el Estado les provea seguridad contra los criminales, asaltantes, secuestradores y degenerados que el mismo sistema fabrica. Para lectores e interpretadores de la política solo era una manifestación contra la Policía Bonaerense, como lo intentara presentar el actual boletín oficial que se da en llamar Página 12. Al mismo tiempo se trataba de despegar al Poder Ejecutivo Nacional de la ya desgastada y exhague figura del incompetente Solá, solo sostenido a regañadientes por el capomafia de la Provincia, para ver de salvar lo salvable de la previsible debacle.
El “kakismo” en pleno se llamó a tan desesperante y necesaria tarea de separar el desastre del Gran Buenos Aires de la supuesta ejecutividad y diligencia de las áreas que compete administrar poder central. No obstante lo cual no pudieron despegarse del reclamo airado de la ciudadanía que en forma multitudinaria, digamos que, se autoconvocó por la acción de un personaje más que singular como lo es el Sr Blumberg y con la ayuda inapreciable sin duda, de medios de comunicación adictos al cadaver (no exquisito) del menemismo y por transitivo carácter a sectores de poder cuya residencia sería yanquilandia.
Los pocos funcionarios “kakistas”, que quedaban en la Casa Rosada, primera ciudadana incluida, luego de un conveniente viaje presidencial, sintieron sobrevolar sobre ellos el fantasma del helicóptero de De la Rua cuando parte de la sana multitud reunida se dirigió hacia la plaza de Mayo. Pero esta vez, lease bien solo por ahora, las cosas no pasaron a mayores para ellos. El monstruo de mil cabezas al que tanto les gusta adular para luego estafar sin miramientos, solo se limito a gritar y dejar como presente y advertencia las velas que había llevado a la marcha. Allí, y por el momento había terminado la cuestión. Debían ahora verse los efectos de las peticiones que se realizaran durante el mítin a los abucheados legisladores y cuales serían las consecuencias en la clase política.
Al parecer muchos no se dieron por aludidos, la Patria Progresista, madre del garantismo penal y de muchas lacras más se niega a escuchar y continúa atada al discurso que les dicta la mente de una caterva de ideólogos, remedos grotescos y baratos de Teodoro Adorno o de Gramci. Después de 20 años de uso irrestricto del poder, de manejo discrecional de la cultura y la educación y de los medios de comunicación (insuflando el discursete de la “otredad” y los derechos humanos), de la política y en algunos casos de la economía, todavía tienen el coraje de mirar para otro lado y hacerse los desentendidos de los desastres por ellos mismos causados. En cierto modo es lógico, con el experimento “kakista” han puesto toda la carne al fuego y no pueden permitir que el mundo real se interponga para impedir llevar a la práctica sus geniales elucubraciones. Es la ultima oportunidad que les queda para ofrecerse de solución siendo como son parte del problema. Estan locos de contentos con esa recicladora de basura que se da en llamar transversalidad, después de esto o mejor dicho fracasado esto, está para ellos el abismo, no van a escribir más en Clarín, van a tener que comprarlo para buscar trabajo.
Al mismo tiempo la izquierda, que no puede pervertir, infiltrar ni disolver el reclamo popular, como lo hiciera en diciembre del 2001, tan ajeno como es a sus banderas, asociada con el “kakismo” se ha dedicado a acusar de nazis y “manoduristas” a los concurrentes a la plaza de los dos congresos, con la misma perseverancia que guardara silencio ante el cumplimiento irrestricto del pago de la deuda externa que hiciera el Presidente.
La orate Bonafini, que mientras se desarrollaba la marcha festejaba en las inmediaciones los 40 años de la narcoguerrilla Colombiana, como la petulante truchiabuela Carlotto repudiaron a los asistentes a la marcha hermanados con el indigerible juez Zaffaroni, pionero en el arte de hacer zafar de la carcel a delincuentes y violadores y heraldo de la justicia según la entienden Kischner-Verbitzky y el impoluto y católico Beliz.
Otros representantes del zurderío, olvidando su militancia antidiscriminatoria, acusaron a la gente congregada de ser de clase media y clase media alta, como si eso fuera algo desdoroso e impidiera que pudieran pronunciarse libremente.
Pocos días después el parlamento, asustado, se dignó tratar, al menos módicamente lo solicitado por Blumberg. Con la disconformidad de los diputados progres agravó las penas para delitos varios y modificó el regimen de excarcelaciones. Mientras de un extremo al otro del espectro político relumbraba el odio por la abrumadora convocatoria que para los profesionales de esa actividad resultaría más que imposible congregar. Como una burla más a los congregados el 1 de abril, Solá, con el guiño de su mandamas designó nuevo responsable de la seguridad en la Provincia. El rostro regordete y el pelo pintado de Arslanian demostraban que nada cambiaría en esa materia y auguraba más muertes, más dolor y más garantismo para los delincuentes.. El presidente desde Santa Cruz hacia el mismo comentario que todos los progresistas cuando se habla de los índices de inseguridad apuntaba a la policía, no a la delincuencia. Más de lo mismo. Los políticos seguían sin escuchar, creyendo que todo esto es un juego en el cual a ellos no puede pasarles nada. En esto último se equivocan rotundamente. Lo tolerable ya llegó al límite y la paciencia de la gente parece que también.
El petitorio y las causas verdaderas de la inseguridad
El petitorio Blumberg que se presentó al parlamento, adolesce de una formulación simple y nacida del más sano sentido común pero es notoriamente incompleto. Solo ve las consecuencias de algo que va más allá del delito en sí y que se interna en los laberintos de este régimen perverso que oprime a la Argentina, no deja de ser, más allá de lo atinado de muchas de sus formulaciones, una solución incompleta y en el fondo una salida inadecuada.
La vigencia de este sistema político económico y cultural es la verdadera causa del soberbio reinado del crimen. Si se analiza fríamente los puntos del petitorio se puede observar que solo va sobre la consecuencia de algo mucho más amplio, a lo que durante el programa de televisión de Grondona el mismo Blumberg aludió oscuramente.
En efectos, la segregación hacia los márgenes del sistema de amplísimas capas de la sociedad impulsadas por el horror económico, la desaparición lisa y llana del Estado como elemento de contrapeso en las relaciones desiguales entre particulares y la deserción del mismo en la provisión de los servicios que le son propios como la salud, la educación y en el caso que nos ocupa la seguridad, han llevado a una importante porción de los argentinos a vivir bajo el paraguas de la Providencia.
La reestructuración del capitalismo, vigente desde hace treinta años, ha acarreado el cierre de innumerables fuentes de trabajo, determinando niveles elevadísimos de desocupación y sub ocupación, así como la extranjerización permanente de recursos sobre la base del pago de los servicios de una deuda impagable, sustrayendo esos recursos y riquezas para engrosar las arcas de la usura internacional. Todo esto fue realizado durante la plena vigencia de la sacrosanta democracia y por medio de la partidocracia que en forma hipócrita o esquizofrenica se rasga las vestiduras hablando de los pobres y los marginados cuando ella misma los fabrica. Solo este año se extranjerizarán cerca de 10.000 millones de dólares.
Se agrega a la vertiente económica del sistema lo cultural o psicosocial, que determina una suerte de anomia de la sociedad y más aún de las porciones más jovenes de la misma que se desenvuelven en un ámbito de permanente disolución y cuestionamiento de valores antes incuestionables. La desaparición de la idea de pertenencia a una nación, a una familia, la difusión de la cultura de las drogas y de la música basura que la propagandiza ( rock, punk-rock, cumbia villera) disfrazada en muchos casos con el manto de una suerte de contestación social, el estímulo de conductas indecorosas y de destrucción de la moral sexual especialmente desde los diferentes medios de comunicación, como la TV con sus espectáculos grotescos o bizarros profundamente imbecilizantes, la prolongada exposición a actividades “opiaceas” como el futbol y los espectáculos deportivos elevados al rango de “cuestiones importantes”.
Muchas de las cosas reseñadas son elementos predilectos de manipulación del progresismo, esa mixtura informe de neomarxismo de Frankfurt, gramscismo y freudismo psicoanalítico que durante estos últimos 20 años a pasado de hacer la crítica del discurso dominante a ser el discurso del régimen en la cultura y especialmente en los medios de comunicación masiva, desde donde se ha dedicado con empeño a la destrucción del principio de autoridad, de la unidad de la familia y de los principios inculcados en el hogar especialmente en lo relacionado a la religión y la moral , el honor y el patriotismo tratando de identificarlos con el nazismo el autoritarismo o la dictadura, tal como hoy en día hacen con aquellos que piden seguridad y protección contra el crimen desbordado.
Todo aquello que huela a autoridad, a freno de la libertad en clave de desborde o caos será inmediatamente descalificado, estigmatizado, ridiculizado. Así el militar será siempre un genocida, el policía un asesino represor y coimero, los padres serán castradores del hijo, los sacerdotes y religiosos hipócritas libidinosos. Los próceres y modelos del pasado histórico serán descalificados y rebajados a la categoría de viciosos, egoístas ambiciosos o vulgares depravados. La verdadera memoria histórica pervertida y sustituida por mitos descerebrantes y mentiras repetidas y gravadas sobre la base de la propaganda ideológica.
Así se va fomentando un hombre anómico y desarraigado, sin límite moral de ninguna naturaleza, inclinado a satisfacer sus necesidades y las que le crean desde la propaganda de los mismos medios de comunicación que le destruyen moralmente. Necesidades de dinero, de disfrute de bienes materiales y de sexo. Un hombre sin referentes, sin arraigo, intoxicado en muchos casos por la narcodependencia o el alcohol. Un hombre que será un barril de pólvora que explotará contra la sociedad que lo margina económicamente, que le pasa permanentemente por las narices cosas y disfrutes que no puede adquirir de otra forma que no sea mediante el delito. Hombre al que, al mismo tiempo, se le han destruído todos los parámetros, modelos a imitar y pautas y frenos morales haciéndosele creer en muchos casos que su acción es una contestación al sistema.
Esta es la mezcla explosiva que deja a la vista una verdadera guerra desatada en el cuerpo maltratado de nuestra Nación y hace sospechar la acción deliberada en toda esta cuestión de fuerzas exógenas que tratan de profundizar la disolución en la que nos estamos sumiendo.
En esto último tendrán una importante incidencia los sectores abolicionistas del derecho penal que desde hace 20 años vienen difundiendo la cultura ideológizada de los Derechos Humanos, y a los que no son para nada ajenos los núcleos residuales del terrorismo (mal llamados Defensores de los Derechos Humanos). Muchos de los integrantes del elenco estable de la judicatura regiminosa, aún en los estamentos más altos está formada por progresistas del derecho, conocidos popularmente como garantistas. Los “jueces zafaroni” expertos en zafar delincuentes de la cárcel han sido causa eficiente de muchos de los dramas y de los crímenes que se han producido por haber liberado a delincuentes que debían estar bien guardados. Es que esta gente cree que los delincuentes son víctimas del sistema capitalista cuando son fruto de un régimen del que ellos mismos forman parte de forma indisoluble y necesaria. Ellos, con sus postulados y formulaciones demenciales, contribuyen a formar la mente del delincuente y a premiarlo finalmente con la impunidad. Así como en la década de los 70 los terroristas castristas eran los "heróicos combatientes" o los "militantes populares" que encarnaban la rebeldía contra el capitalismo, hoy los delincuentes se constituyen en una contestación suis generis contra ese sistema y los presos por delitos comunes son llamados "presos sociales".
Por todo lo aquí someramente expuesto es que el petitorio Blumberg, más allá de lo bien intencionado y cimentado en el sentido común, se trata de una visión parcial de la cuestión.
La única forma de extirpar la inseguridad es extirpar principalmente sus causas, sin perjuicio de castigar draconianamente a la delincuencia, se esconda donde se esconda y sea o no apañada por la policía o el poder de casiquillos políticos locales.En definitiva solo se podrá extirpar la inseguridad si se extirpa el régimen que la alimenta y apaña. Cualquier otra cosa es pretender curar el cáncer con una aspirina
El Sistema: causa de la inseguridad la delincuencia y el crimen
Por GUILLERMO ROJAS *
El estallido de la realidad
Finalmente el problema estalló en las barbas del sistema. Con reminicencias propias del 19 y 20 de diciembre del 2001, la manifestación convocada por el padre de Axel Blumberg, joven asesinado por una banda de desalmados que lo habían secuestrado días antes, se constituyó en el hecho político de los últimos tiempos volviendo a poner sobre el tapete la realidad ,esa especie de cenicienta, relegada al desván de las cosas olvidables por los medios de comunicación social y los comunicadores gubernamentales, que en un primer momento sintieron temblar sus piernas ante el murmullo de una muchedumbre pocas veces vista en los últimos tiempos y que ellos con el presidente a la cabeza no fueron capaces de movilizar enarbolando la bandera de la perversión de la memoria histórica (ESMA) o los billetes de las dádivas sociales sucedáneos de los puestos de empleo que no pueden y no son en definitiva capaces de generar.
El reclamo era clamor de cientos de miles de gargantas apiñadas en los aledaños del Congreso, el repudio a los políticos a la judicatura regiminosa y la policia venal y pervertida aun más, por la misma política que hoy destruye las entrañas de la Patria, se hacia oír a pesar de la sordera que fabricaron para taparla los diferentes medios de comunicación social con Canal 7 a la cabeza, conducido por la mujer del terrorista Miguel Bonasso, a la sazón hoy, y como no podía ser de otra forma, diputado nacional por arte de las listas sabanas y de los nombres que encabezan las boletas electorales.
Para estos personajes, solo existen las movilizaciones de la izquierda y de los núcleos residuales de la guerrilla (mal llamados Defensores de los Derechos Humanos).
Para ellos la gente no había salido a la calle a exigir uno de los derechos fundamentales: que el Estado les provea seguridad contra los criminales, asaltantes, secuestradores y degenerados que el mismo sistema fabrica. Para lectores e interpretadores de la política solo era una manifestación contra la Policía Bonaerense, como lo intentara presentar el actual boletín oficial que se da en llamar Página 12. Al mismo tiempo se trataba de despegar al Poder Ejecutivo Nacional de la ya desgastada y exhague figura del incompetente Solá, solo sostenido a regañadientes por el capomafia de la Provincia, para ver de salvar lo salvable de la previsible debacle.
El “kakismo” en pleno se llamó a tan desesperante y necesaria tarea de separar el desastre del Gran Buenos Aires de la supuesta ejecutividad y diligencia de las áreas que compete administrar poder central. No obstante lo cual no pudieron despegarse del reclamo airado de la ciudadanía que en forma multitudinaria, digamos que, se autoconvocó por la acción de un personaje más que singular como lo es el Sr Blumberg y con la ayuda inapreciable sin duda, de medios de comunicación adictos al cadaver (no exquisito) del menemismo y por transitivo carácter a sectores de poder cuya residencia sería yanquilandia.
Los pocos funcionarios “kakistas”, que quedaban en la Casa Rosada, primera ciudadana incluida, luego de un conveniente viaje presidencial, sintieron sobrevolar sobre ellos el fantasma del helicóptero de De la Rua cuando parte de la sana multitud reunida se dirigió hacia la plaza de Mayo. Pero esta vez, lease bien solo por ahora, las cosas no pasaron a mayores para ellos. El monstruo de mil cabezas al que tanto les gusta adular para luego estafar sin miramientos, solo se limito a gritar y dejar como presente y advertencia las velas que había llevado a la marcha. Allí, y por el momento había terminado la cuestión. Debían ahora verse los efectos de las peticiones que se realizaran durante el mítin a los abucheados legisladores y cuales serían las consecuencias en la clase política.
Al parecer muchos no se dieron por aludidos, la Patria Progresista, madre del garantismo penal y de muchas lacras más se niega a escuchar y continúa atada al discurso que les dicta la mente de una caterva de ideólogos, remedos grotescos y baratos de Teodoro Adorno o de Gramci. Después de 20 años de uso irrestricto del poder, de manejo discrecional de la cultura y la educación y de los medios de comunicación (insuflando el discursete de la “otredad” y los derechos humanos), de la política y en algunos casos de la economía, todavía tienen el coraje de mirar para otro lado y hacerse los desentendidos de los desastres por ellos mismos causados. En cierto modo es lógico, con el experimento “kakista” han puesto toda la carne al fuego y no pueden permitir que el mundo real se interponga para impedir llevar a la práctica sus geniales elucubraciones. Es la ultima oportunidad que les queda para ofrecerse de solución siendo como son parte del problema. Estan locos de contentos con esa recicladora de basura que se da en llamar transversalidad, después de esto o mejor dicho fracasado esto, está para ellos el abismo, no van a escribir más en Clarín, van a tener que comprarlo para buscar trabajo.
Al mismo tiempo la izquierda, que no puede pervertir, infiltrar ni disolver el reclamo popular, como lo hiciera en diciembre del 2001, tan ajeno como es a sus banderas, asociada con el “kakismo” se ha dedicado a acusar de nazis y “manoduristas” a los concurrentes a la plaza de los dos congresos, con la misma perseverancia que guardara silencio ante el cumplimiento irrestricto del pago de la deuda externa que hiciera el Presidente.
La orate Bonafini, que mientras se desarrollaba la marcha festejaba en las inmediaciones los 40 años de la narcoguerrilla Colombiana, como la petulante truchiabuela Carlotto repudiaron a los asistentes a la marcha hermanados con el indigerible juez Zaffaroni, pionero en el arte de hacer zafar de la carcel a delincuentes y violadores y heraldo de la justicia según la entienden Kischner-Verbitzky y el impoluto y católico Beliz.
Otros representantes del zurderío, olvidando su militancia antidiscriminatoria, acusaron a la gente congregada de ser de clase media y clase media alta, como si eso fuera algo desdoroso e impidiera que pudieran pronunciarse libremente.
Pocos días después el parlamento, asustado, se dignó tratar, al menos módicamente lo solicitado por Blumberg. Con la disconformidad de los diputados progres agravó las penas para delitos varios y modificó el regimen de excarcelaciones. Mientras de un extremo al otro del espectro político relumbraba el odio por la abrumadora convocatoria que para los profesionales de esa actividad resultaría más que imposible congregar. Como una burla más a los congregados el 1 de abril, Solá, con el guiño de su mandamas designó nuevo responsable de la seguridad en la Provincia. El rostro regordete y el pelo pintado de Arslanian demostraban que nada cambiaría en esa materia y auguraba más muertes, más dolor y más garantismo para los delincuentes.. El presidente desde Santa Cruz hacia el mismo comentario que todos los progresistas cuando se habla de los índices de inseguridad apuntaba a la policía, no a la delincuencia. Más de lo mismo. Los políticos seguían sin escuchar, creyendo que todo esto es un juego en el cual a ellos no puede pasarles nada. En esto último se equivocan rotundamente. Lo tolerable ya llegó al límite y la paciencia de la gente parece que también.
El petitorio y las causas verdaderas de la inseguridad
El petitorio Blumberg que se presentó al parlamento, adolesce de una formulación simple y nacida del más sano sentido común pero es notoriamente incompleto. Solo ve las consecuencias de algo que va más allá del delito en sí y que se interna en los laberintos de este régimen perverso que oprime a la Argentina, no deja de ser, más allá de lo atinado de muchas de sus formulaciones, una solución incompleta y en el fondo una salida inadecuada.
La vigencia de este sistema político económico y cultural es la verdadera causa del soberbio reinado del crimen. Si se analiza fríamente los puntos del petitorio se puede observar que solo va sobre la consecuencia de algo mucho más amplio, a lo que durante el programa de televisión de Grondona el mismo Blumberg aludió oscuramente.
En efectos, la segregación hacia los márgenes del sistema de amplísimas capas de la sociedad impulsadas por el horror económico, la desaparición lisa y llana del Estado como elemento de contrapeso en las relaciones desiguales entre particulares y la deserción del mismo en la provisión de los servicios que le son propios como la salud, la educación y en el caso que nos ocupa la seguridad, han llevado a una importante porción de los argentinos a vivir bajo el paraguas de la Providencia.
La reestructuración del capitalismo, vigente desde hace treinta años, ha acarreado el cierre de innumerables fuentes de trabajo, determinando niveles elevadísimos de desocupación y sub ocupación, así como la extranjerización permanente de recursos sobre la base del pago de los servicios de una deuda impagable, sustrayendo esos recursos y riquezas para engrosar las arcas de la usura internacional. Todo esto fue realizado durante la plena vigencia de la sacrosanta democracia y por medio de la partidocracia que en forma hipócrita o esquizofrenica se rasga las vestiduras hablando de los pobres y los marginados cuando ella misma los fabrica. Solo este año se extranjerizarán cerca de 10.000 millones de dólares.
Se agrega a la vertiente económica del sistema lo cultural o psicosocial, que determina una suerte de anomia de la sociedad y más aún de las porciones más jovenes de la misma que se desenvuelven en un ámbito de permanente disolución y cuestionamiento de valores antes incuestionables. La desaparición de la idea de pertenencia a una nación, a una familia, la difusión de la cultura de las drogas y de la música basura que la propagandiza ( rock, punk-rock, cumbia villera) disfrazada en muchos casos con el manto de una suerte de contestación social, el estímulo de conductas indecorosas y de destrucción de la moral sexual especialmente desde los diferentes medios de comunicación, como la TV con sus espectáculos grotescos o bizarros profundamente imbecilizantes, la prolongada exposición a actividades “opiaceas” como el futbol y los espectáculos deportivos elevados al rango de “cuestiones importantes”.
Muchas de las cosas reseñadas son elementos predilectos de manipulación del progresismo, esa mixtura informe de neomarxismo de Frankfurt, gramscismo y freudismo psicoanalítico que durante estos últimos 20 años a pasado de hacer la crítica del discurso dominante a ser el discurso del régimen en la cultura y especialmente en los medios de comunicación masiva, desde donde se ha dedicado con empeño a la destrucción del principio de autoridad, de la unidad de la familia y de los principios inculcados en el hogar especialmente en lo relacionado a la religión y la moral , el honor y el patriotismo tratando de identificarlos con el nazismo el autoritarismo o la dictadura, tal como hoy en día hacen con aquellos que piden seguridad y protección contra el crimen desbordado.
Todo aquello que huela a autoridad, a freno de la libertad en clave de desborde o caos será inmediatamente descalificado, estigmatizado, ridiculizado. Así el militar será siempre un genocida, el policía un asesino represor y coimero, los padres serán castradores del hijo, los sacerdotes y religiosos hipócritas libidinosos. Los próceres y modelos del pasado histórico serán descalificados y rebajados a la categoría de viciosos, egoístas ambiciosos o vulgares depravados. La verdadera memoria histórica pervertida y sustituida por mitos descerebrantes y mentiras repetidas y gravadas sobre la base de la propaganda ideológica.
Así se va fomentando un hombre anómico y desarraigado, sin límite moral de ninguna naturaleza, inclinado a satisfacer sus necesidades y las que le crean desde la propaganda de los mismos medios de comunicación que le destruyen moralmente. Necesidades de dinero, de disfrute de bienes materiales y de sexo. Un hombre sin referentes, sin arraigo, intoxicado en muchos casos por la narcodependencia o el alcohol. Un hombre que será un barril de pólvora que explotará contra la sociedad que lo margina económicamente, que le pasa permanentemente por las narices cosas y disfrutes que no puede adquirir de otra forma que no sea mediante el delito. Hombre al que, al mismo tiempo, se le han destruído todos los parámetros, modelos a imitar y pautas y frenos morales haciéndosele creer en muchos casos que su acción es una contestación al sistema.
Esta es la mezcla explosiva que deja a la vista una verdadera guerra desatada en el cuerpo maltratado de nuestra Nación y hace sospechar la acción deliberada en toda esta cuestión de fuerzas exógenas que tratan de profundizar la disolución en la que nos estamos sumiendo.
En esto último tendrán una importante incidencia los sectores abolicionistas del derecho penal que desde hace 20 años vienen difundiendo la cultura ideológizada de los Derechos Humanos, y a los que no son para nada ajenos los núcleos residuales del terrorismo (mal llamados Defensores de los Derechos Humanos). Muchos de los integrantes del elenco estable de la judicatura regiminosa, aún en los estamentos más altos está formada por progresistas del derecho, conocidos popularmente como garantistas. Los “jueces zafaroni” expertos en zafar delincuentes de la cárcel han sido causa eficiente de muchos de los dramas y de los crímenes que se han producido por haber liberado a delincuentes que debían estar bien guardados. Es que esta gente cree que los delincuentes son víctimas del sistema capitalista cuando son fruto de un régimen del que ellos mismos forman parte de forma indisoluble y necesaria. Ellos, con sus postulados y formulaciones demenciales, contribuyen a formar la mente del delincuente y a premiarlo finalmente con la impunidad. Así como en la década de los 70 los terroristas castristas eran los "heróicos combatientes" o los "militantes populares" que encarnaban la rebeldía contra el capitalismo, hoy los delincuentes se constituyen en una contestación suis generis contra ese sistema y los presos por delitos comunes son llamados "presos sociales".
Por todo lo aquí someramente expuesto es que el petitorio Blumberg, más allá de lo bien intencionado y cimentado en el sentido común, se trata de una visión parcial de la cuestión.
La única forma de extirpar la inseguridad es extirpar principalmente sus causas, sin perjuicio de castigar draconianamente a la delincuencia, se esconda donde se esconda y sea o no apañada por la policía o el poder de casiquillos políticos locales.En definitiva solo se podrá extirpar la inseguridad si se extirpa el régimen que la alimenta y apaña. Cualquier otra cosa es pretender curar el cáncer con una aspirina
¿ Llegaremos a Esto?
Se hace aqui la publicaciòn de una nota de investigaciòn del diario La Naciòn que nos dice que mientras el gobierno realiza un plan para desarmar a la poblaciòn, vecinos de una zona dejada de la mano de Dios en Cordoba, se arman para defenderse ellos mismos de delincuentes y narcos. Es lògico que lo hagan, mientras el Estado parece no darse cuenta que el desarme civil no es el desarme de los delincuentes que lògicamente continuaràn mas armados que nunca.
"CORDOBA.– Al caer el sol cada esquina se convierte en una boca de lobo. Las farolas y los focos están, pero no alumbran, ya que los traficantes de drogas y los ladrones sabotearon el tablero central del alumbrado público y dejaron casi todo el barrio sin luz para poder vender marihuana y cocaína sin ser vistos, o para sorprender y asaltar a los vecinos. La mayoría de las calles no tiene nombre porque se robaron los carteles de chapa para vender el metal por kilo y así obtener algo de dinero para comprar droga. Desde hace dos años, Villa Cornú dejó de ser un barrio tranquilo para convertirse en territorio del miedo, dominado por bandas de delincuentes que se pelean por las noches a los tiros por el control del negocio de la droga. Cansado de la falta de respuestas de la policía, un grupo de vecinos decidió armarse para defenderse y salir a patrullar las calles para luchar contra los narcotraficantes y contra los jóvenes que asaltan a cualquier transeúnte para poder comprar estupefacientes. Esta sorprendente acción de los vecinos fue acompañada durante tres noches por LA NACION. "No es lógico que los vecinos salgan a la calle armados hasta los dientes a agarrarse a los tiros con los delincuentes. Tampoco es justo que vecinos decentes se conviertan en criminales, hartos de ver cómo la delincuencia de la zona se pasea por nuestras calles cuando vienen a proveerse de la droga que venden en nuestro barrio los malos vecinos. Por todo esto, las noches tranquilas que teníamos se han convertido en campos de batalla entre vecinos y delincuentes", expresó Rodolfo Arrieta, uno de los 15.000 habitantes de Villa Cornú, mientras mostraba la cicatriz en el tobillo derecho provocada por uno de los dos balazos que recibió durante un tiroteo con un grupo de narcotraficantes. Según un relevamiento realizado por el Centro Vecinal de Villa Cornú, hasta hace seis meses, en las 74 manzanas del barrio funcionaban 39 puestos de venta de droga. Luego que la justicia federal aceptara un recurso de amparo firmado por 4000 vecinos de Villa Cornú y de otros barrios incluidos por la policía provincial en el ranking de las zonas de máxima peligrosidad de esta ciudad, se realizó un megaoperativo y fueron detenidos 40 traficantes. No obstante, nada cambió. Según los vecinos, con los narcos presos, sus hijos tomaron la posta y siguieron con el negocio familiar de la venta de droga. A pesar de las reiteradas consultas y de los pedidos de entrevistas realizados por LA NACION ante la Oficina de Información Pública del Gobierno de Córdoba ningún funcionario provincial quiso referirse a la grave situación que se vive en Villa Cornú. Los narcotraficantes también se hicieron fuertes en otros barrios como Villa Páez, Las Violetas, San Roque o Colonia Lola, que según fuentes policiales que integran la denominada zona roja de la droga en la capital provincial. "Tanto en Villa Cornú como en otros barrios de Córdoba, el problema es la ausencia del Estado provincial, que les dejó el terreno a los narcotraficantes. Sin la posibilidad de trabajar seriamente en la inclusión social y sin la presencia del Estado en las zonas más desfavorecidas, no era de extrañar que los traficantes de droga entraran en los lugares más humildes, ofreciendo a los excluidos la posibilidad de vivir de algo. Así, la droga dejó de ser un problema de adicciones solamente, para ser un medio de incluirse socialmente", expresó el autor del recurso presentado por los vecinos, Aurelio García Elorrio. Entre los pobladores que salen a recorrer las calles del barrio figuran un jardinero, un comerciante, un maestro y un albañil. "La gente excluida aprendió a vivir de la droga y defienden la comercialización que les permitió subsistir. Fue lo que ocurrió antes en las favelas brasileñas y que ocurre desde hace dos años en Córdoba", dijo el abogado García Elorrio, al explicar el drama que allí se vive. Villa Cornú no es un barrio de emergencia y cuenta con calles asfaltadas y algunas de tierra. Casi todas las casas son de material y muchos de sus frentes tienen jardines y gruesas rejas. "Presentamos muchas notas ante la Dirección de Alumbrado Público de la Municipalidad de Córdoba y a ellos parece no importarles nada. La luz en las calles resulta primordial para tener un poco de seguridad, en especial cuando los vecinos vuelven a sus casas", dijo Arrieta, jardinero de profesión, de 53 años y padre de 11 hijos mientras, de fondo, se oían los estruendos de los primeros disparos de la noche. Motos oscuras en medio de la noche Tres recorridas por el barrio alcanzaron para comprobar el panorama denunciado por los vecinos. A medida que la noche avanzaba, desde la avenida Donato Alvarez al 9000, crecía la cantidad de automovilistas y especialmente motociclistas que ingresaban en el barrio a comprar o a dejar droga. Este cronista fue testigo de cómo desde dos motos oscuras se arrojaban los paquetes en un terreno baldío y en una casa. Por haber encabezado las denuncias que terminaron con los narcotraficantes presos y organizar las patrullas contra los distribuidores de droga, Arrieta fue amenazado: le dejaron mensajes mafiosos en su casa, como colocarle un puñado de balas en una ventana. "Mi mujer me rogó diez veces que me fuera de casa porque nos iban a matar a todos. Pero creo que el silencio nuestro y de los vecinos es cómplice de los narcotraficantes. No creo en el miedo, pero creo que si no ataco el problema, el problema terminará matándome a mí o a mis hijos." "Muchas motos y muchos autos entraban hasta el fondo del barrio para buscar droga o llevarla. Entonces, junté a varios vecinos y les dije: «Nos quedan dos caminos: o los que somos decentes nos mudamos y les dejamos el barrio a los narcotraficantes, o les hacemos frente. Como con las denuncias que hacíamos en la comisaría 14. no pasaba nada, decidimos armarnos y salir a patrullar", recordó Arrieta, con la mirada sufrida y el rostro marcado por las arrugas y el sol. Mientras cargaba sus armas, antes de salir a recorrer las calles, uno de los vecinos que acompañaba a Arrieta, que solicitó que no se revelara su nombre debido a que temía una venganza de los narcotraficantes, explicaba que se dividen en grupos de a cuatro. Para pasar inadvertidos y evitar que los detenga algún móvil policial, que eventualmente se aventure a ingresar en el barrio, no portan armas largas y llevan los certificados que les permiten su tenencia. "Las escopetas son sólo para defendernos dentro de las casas", explicó el vecino, quien agregó que todos llevan celulares y handies. "Más que a lo que nos puedan hacer los narcotraficantes, nosotros tenemos miedo de la inacción de la policía y del gobierno provincial, ya que no nos defienden. Nosotros debemos salir a patrullar y a defendernos de los ladrones y de los narcotraficantes. También tememos que se produzca un tiroteo y algún vecino mate a otro. Eso no lo podríamos tolerar", sostuvo indignado Arrieta. "Acá nadie hace nada" A su lado, el comerciante Ernesto Solanille, que tiene una hija enferma, asentía y agregaba: "Acá nadie hace nada. Es más: si uno denuncia, corre el riesgo de que le peguen un tiro. No veo ninguna solución porque la policía tiene miedo de actuar. En mi caso, los narcotraficantes todavía no se animaron a balear mi casa. Aporté nombres y apellidos de los que venden droga y nadie hizo nada. Todos los días me amenazan. No sé... Tal vez tenga que vender mi casa y mudarme. Siento que estoy indefenso porque la policía no me protege. Yo sólo salgo a patrullar para intimidar un poco a los narcos y para que sientan que no pueden hacer las cosas tan fácilmente, nada más". Durante la charla se oyeron más tiros. Sin embargo, no se oyó la sirena de ninguna patrulla ni ambulancia que llegara al barrio. Por la mañana, unas consultas realizadas en el hospital local permitieron comprobar que los tiroteos no habían dejado a nadie herido. No todos los vecinos coinciden en que la única solución contra los narcotraficantes es armarse. Según Encarnación García, conocida en el barrio como "Doña Nena", se deben intensificar los reclamos ante el gobierno provincial para que tome la decisión política de intervenir en el barrio. "Yo soy como una especie de dique de contención para los que quieren armarse. Mire que acá no se puede andar por la calle después de las seis de la tarde por los asaltos, pero a los tiros no se arregla nada porque podemos terminar matándonos entre nosotros y al final van a ir presos los vecinos decentes y los delincuentes van a seguir en las calles. "Hay vecinos aterrorizados, muchos con tratamientos psicológicos debido a los traumas que sufren porque les pusieron un arma en la cabeza. Lo más preocupante es que los vecinos se están armando y muchos de ellos no saben manejar las armas correctamente. Acá no se puede descansar ni de día ni de noche debido al miedo a ser asaltado", concluyó doña "Nena". Por Gustavo Carabajal Enviado especial
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